El preámbulo de la Carta de Ciudades Educadoras establece que: “las personas somos interdependientes. Sin cuidados no podemos sobrevivir. A lo largo de toda la vida, las personas necesitamos recibir cuidados de los cuales depende nuestra supervivencia y bienestar físico y psíquico, pero sobre todo en algunos momentos del ciclo vital, como la primera infancia, la vejez avanzada, o la enfermedad grave, y en el caso de las personas con diversidad funcional. La ciudad educadora debe reconocer, potenciar y estimular el cuidado y hacer corresponsable de él a la sociedad en su conjunto”.
Y prosigue en el principio 11 aludiendo a la necesidad de que “la ordenación del espacio público atienda las necesidades de accesibilidad, cuidados, salud, encuentro, seguridad, juego, esparcimiento y la conciliación de la vida personal, familiar y laboral. Prestando especial atención a las necesidades de la infancia, las personas con diversidad funcional y las personas mayores en su planificación urbanística, de equipamientos y servicios, con el fin de garantizarles un entorno amable y respetuoso en el que se desenvuelvan con la máxima autonomía posible”.
A su vez, el principio 14 de la Carta afirma que la Ciudad Educadora “fomentará la construcción de la ciudad como un espacio de cuidados para todas las personas y favorecerá el envejecimiento activo y las relaciones sociales que permitan combatir la soledad y el aislamiento”.
Con este marco de referencia, se convocó la cuarta edición del Premio Ciudades Educadoras centrado en buenas prácticas que promuevan los cuidados, entendidos de forma amplia. Se analizaron 65 candidaturas (procedentes de 53 ciudades de 7 países y 3 continentes). De estas un jurado internacional seleccionó las tres ganadoras y las siete finalistas, queriendo dejar constancia de la calidad de las propuestas analizadas.
En esta edición, se han galardonado los siguientes proyectos:
Tanto las iniciativas premiadas como las finalistas destacan la importancia de poner en marcha iniciativas locales que den respuesta a las necesidades de cuidados, fomenten estilos de vida saludables y respetuosos de la biodiversidad, y refuercen los vínculos comunitarios, destacando igualmente la importancia de favorecer una perspectiva de ciclo vital y de género, así como fomentar aspectos educativos respecto de la corresponsabilidad y de la interdependencia.