La ciudad, su devenir cotidiano y los cambios que se van produciendo en ella influyen de manera determinante en el carácter de sus habitantes y en su manera de abordar las situaciones de las que son testigos y partícipes en su ciudad, dentro del espacio que comparten y sienten como común.
El reto de cualquier equipo de gobierno municipal es impulsar medidas que contribuyan a hacer su ciudad más habitable y eficaz, para que los habitantes que la recorren y pulsan día a día disfruten de unos servicios que hagan que su bienestar sea una realidad, creando una ciudad de impronta amable y abierta al futuro.
Nada de esto sería posible sin una educación integral de calidad y alcance, una educación comprometida con el aprendizaje de pautas de conducta solidarias, progresistas, democráticas, inclusivas y dinámicas que promuevan el respeto en la “casa de todos y todas” y la convivencia desde el convencimiento de que sólo mediante ése compromiso cívico lograremos avanzar.
Como alcalde de Alicante, una ciudad abierta y hospitalaria que ha suscrito la Carta de Ciudades Educadoras, felicito la iniciativa de dedicarles un Día Internacional precisamente en el momento socio-político actual, lleno de tensiones y factores que pueden influir negativamente en el imaginario social de cualquier territorio y en el que cada idea que nos ayude a hacer visible nuestro compromiso con la educación es necesaria.
La apuesta por convertir la ciudad en una gran aula, en la que el espíritu educador llene calles y plazas, empapando cada barrio de civismo y cultura es el más ambicioso y difícil de los proyectos, pero también el más gratificante y necesario. El desafío de construir entre todos una ciudad cada vez mejor y más feliz, en la que sus habitantes se sientan corresponsables de cada logro es el objetivo a conseguir. Sin duda la educación es la más destacada herramienta para hacerlo.